Star Wars: Los últimos Jedi. Crítica.

Lo primero que resalta de la película es su supremacía técnica y estética, con unos efectos especiales muy cuidados. Cada fotograma es un puente hacia el centro de la escena, una captura vistosa, brillante e intensa que inunda de emoción, jugando estelarmente con una paleta de colores donde el tono rojo de la fuerza y la resistencia toman el poder.
   El film continúa la línea inicial, logrando que la esencia de la saga no se evapore y añadiendo sorpresas al argumento principal. Varias de las historias paralelas ayudan a que la película sea liviana gracias a un punto de humor y de dinamismo, y varios personajes encajan bien dentro de las otras trilogías. Sin embargo, algunos solo aportan minutos de metraje que se quedan en el aire, excediendo el punto esencial de la trama, y otras escenas rellenan tiempo y no poseen un significado sustancial. 
   Lo mismo sucede con los protagonistas, tanto los antiguos como los nuevos. La mayoría se han desarrollado de forma arrolladora, dando frescor al público y demostrado su valía. Leia sigue siendo la luchadora por excelencia, la gran heredera de su apellido. Rey continúa buscando su lugar en el mundo, indagando en su interior con valentía (Daisy Ridley vuelve a meterse en su piel con carisma y naturalidad), no dejándose vencer por la atracción del lado prohibido y dando pasos certeros hacia aquello en lo que quiere transformarse. Y Luke mantiene cierto carácter del indomable aprendiz que fue, protegiendo con valor a aquellos que ama por encima de la atmósfera del odio. Pese a ello, en varias ocasiones su personalidad se diluye en gestos más propios de Hamill que del personaje en sí, y su potencia se ve afectada por el guión, que podría haber obtenido un mayor carácter Skywalker de profundizar en el espíritu Jedi. Tomando el pasado como referencia, es probable que el impulso vital de mantener viva la llama de sus predecesores y de la Orden no decayera en su espíritu, aunque desde alguna perspectiva es ligeramente razonable su giro de fe.
   Pero quien más peso carga es Kylo Ren: la inseguridad y la fiereza que le consumían en la primera película y que le convertían en alguien mortal y creíble, en un ser lleno de contradicciones y de ira, son ahora el motor de combustión de su brillo oscuro y complejo. Adam Driver refleja a la perfección cómo el freno de su luz y el combate con su moralidad se transforman en armas, y la sangre derramada, lejos de aliarse solo con su culpabilidad y su dolor, se vincula con su poder, mostrándonos su rostro y desnudando a su persona en medio de opacos tintes del deseo de soberanía y de conexión humana.   
   Además, la presencia de John Williams en cada nota musical es un regalo mágico que complementa la ficción con absoluta transparencia, fundiéndose con las circunstancias segundo a segundo en un bombardeo de frío y calor, de tenebrosidad y esperanza.
   Y en cuanto al regreso del maestro Yoda... Bueno nadie más como él hay. Esta entrega resulta sentimental, lúcida, sombría y también divertida. Muchos aspectos son mejorables y prescindibles, aunque no cesa de entretener. 
Ilustración: autor desconocido.



Comentarios

  1. Hola!!!
    Me encanta la reseña que has hecho y que te haya gustado, con toda la variedad de comentarios que ha provocado.
    Gracias por ver a Leia de esa manera!!

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