HOMENAJE A PETER PAN: NEVERLAND ESPERARÁ

Durante las largas noches invernales imagino a los hijos de Sylvia escuchando las historias que más tarde harían creer a varias generaciones en la magia, en la virtud de observar aquello que los ojos no ven y que solo el corazón es capaz de palpar. 
   Peter Pan, el chico elfo que siempre será joven. El que vuela sobre las nubes de Londres y conoce el camino que conduce a Nunca Jamás, al paraíso donde la fe mueve una tierra poblada por indios, piratas y sirenas. Allí cualquier cosa es posible si guardamos un poco de polvo de hadas en nuestros bolsillos y una pizca de esperanza en los dedos.

Ilustración: Antonio Lorente 

   Han sido muchas las versiones que se han escrito y oído acerca del pequeño aventurero que creció en los jardines de Kensington, quien una noche escapó volando por la ventana de la habitación dejando atrás a su madre. Se alejó del alféizar impulsado por las ganas de vivir nuevas experiencias, pero Peter pronto olvidó que había abandonado un hogar. Aunque una parte de él deseaba regresar, no pudo reprimir la diversión que le producía surcar los cielos cuando el sol desaparecía y tocar la flauta despreocupadamente sobre las alas de los cines en el lago. Y, al volver a su casa, halló unos barrotes que lo separaban de su progenitora. Ella acunaba a otro recién nacido, uno que acababa de suplantar su puesto. Entonces nuestro protagonista huyó a su refugio, donde, bajo el brillo de las estrellas, recogería semana tras semana los cuerpos sin vida de los bebés que se cayeran de los carritos y pondría a salvo sus espíritus para, más adelante, formar el clan de los niños perdidos. 
   En ese momento cobró vida el Peter Pan que se niega a crecer. Un niño arrogante, alegre e inocente, con el corazón roto, la fe ahogada y el valor del sol. Su figura es la de alguien extraordinario que se inventó a sí mismo, la de un héroe falible que huía de sus cicatrices, la del líder de una isla en la cual no existía el futuro y no se podía mirar el pasado, la del joven que provocaba a los piratas y los derrotaba sin extraviar en una sola batalla su sonrisa risueña. Y por ello lo amamos.

Disney Studios

   Las traumáticas experiencias del autor dejaron una marca demasiado honda en su persona. Barrie presenció la muerte de su hermano mayor y, a partir de esa época, comenzó a obsesionarse con la madurez y la juventud. Él se convertiría en un adulto, proseguiría sus estudios, terminaría sus obras y se casaría, mas su querido David sería un chico de trece años que viviría para siempre en sus recuerdos, incapaz de alcanzar la adultez.
   J. M. crió a los Llewelyn Davies, los descendientes de la familia con la que forjó una gran amistad en la ciudad londinense. Después del fallecimiento de los padres de estos, se encargó de que crecieran rodeados de fábulas llenas de fantasía y de los cuentos que dieron origen a la leyenda de Peter Pan, el cual era un reflejo de su amor incondicional por David, el prisionero de las agujas de un reloj que se detuvo cuando aún se les antojaba temprana su partida.
   Décadas después, a uno de los escritores y dramaturgos mejor aclamados le debemos agradecer que crease una metáfora magnífica e imperecedera que plantea la distancia entre la verdad y la ficción, la magia personal como salvación. Él encendió la vela que tantas veces apagamos por impotencia o desesperación, por condicionantes lógicos y dolores ancianos. Y desde entonces nos recuerda que las elecciones a las que nos enfrentamos cada día encauzan el camino que pisaremos mañana. Nos abrió las puertas de los sueños... O mejor dicho, las ventanas. Y nos reveló que nada es imposible si así lo creemos.
   Barrie tenía razón. Peter Pan no morirá; seguirá haciendo travesuras y plantando milagros en quienes observen la segunda estrella a la derecha. 

Ilustración: Scott Gustafson

   Extractos de las obras originales:

   “Dreams do come true, if only we wish hard enough. You can have anything in life if you will sacrifice everything else for it.” 

   “There could not have been a lovelier sight; but there was none to see it except a little boy who was staring in at the window. He had ecstasies innumerable that other children can never know; but he was looking through the window at the one joy from which he must be for ever barred.” 

Ruby Atlas ©

Comentarios

  1. Una entrada maravillosa, escrita con una corrección y un gusto increíble. Me ha encantado su frescura, la profundidad con que tratas el tema, lo que cuentas de Barrie y, es especial, ese final tan hermoso, en el que dejas abierta una ventana a la esperanza.
    Me ha encantado leerte, ten por seguro que volveré a pasar por aquí. Un beso.

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