LA CACERÍA
Las tinieblas me abrazan con su silencio insensible y el río escarlata que lame mis manos late como una criatura que anhela el alimento de la muerte. La gelidez del disparo me inyecta un vacío salvaje y tenebroso en el corazón. El cielo aúlla un réquiem nutrido con la sangre derramada sobre la tierra virgen y la noche no abandona el trono de las quimeras. La ausencia ha abierto las fauces de un averno bañado por crímenes y mi conciencia ahora tiene su hogar entre ellos.
Observo el arma, todavía bañada en lágrimas de redención y condena, y mis gritos ahogados en llamas de desolación violan la serenidad de la luna.
El adiós de distintos inocentes precedió a los de mi generación. Pero el apetito insaciable de su falso mentor, la promesa de su nirvana inexistente bajo viles caricias y conocimientos, a partir de hoy no ensuciará otras vidas.
Contemplando un alba dolida, me fundo con la estela de mis hermanas, quienes no lograron sobrevivir a aquella carnicería de dulce juventud. Y espero a que el mundo respire el consuelo de una quietud que yo no atisbo...
Ruby Atlas ©
Ilustración: Marco Scaringella
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