Una chispa del pasado.

Me dejo caer en el vagón con el corazón en un puño. Sé que nuestros caminos se vuelven a cruzar. Siento su presencia cual sutil atracción lunar sobre la marea. Eclipsa el tiempo, conquista la distancia, encripta el lenguaje de los sentidos.
Oteo el horizonte a través de la ventana mientras el tren avanza y rompe el amable silencio de la medianoche. Envueltos en una capa de negrura, los árboles se despiden del aroma embriagador de los sueños parisinos.  Los susurros turísticos se acallan a medida que nos alejamos de la ciudad y abrazamos las rutas solitarias, y la falta de certezas acecha las vías. ¿Dónde comienza y termina el viaje de la identidad, el tránsito hacia la libertad? 
De pronto, la quietud se transforma en un latido. Intuyo que está cerca. Su pulso se coordina con el mío desde algún rincón de la penumbra. 
Pese a que los recuerdos me bañan de pies a cabeza, no es hora de dudar. Ya no importa si pesa más la traición o la hermandad. A veces el cariño adopta la piel necesaria para salvar el pasado... O para procurar la justicia en cualquier punto del mundo.
La cerradura de la puerta sale volando de un golpe seco y su figura aparece iluminada por las bombillas del pasillo.
Aunque cinco años nos separan, el ayer y el mañana aún nos unen.
Graham se sienta en frente de mí mostrando una destreza que ha perfeccionado con la adultez. Una ráfaga de orgullo me recorre el pecho al observar que no ha perdido la agilidad que le otorgó la medalla al mejor cadete de segundo rango en la academia. Él, que en mi vida representó los papeles de mentor y compañero, desapareció con los ojos ebrios por la ambición del éxito. Y esas pupilas traviesas me contemplan ahora con la distinguida picardía de un ladrón que adora hacer malabares con su destino y el de otros.
Admiro su rostro angular, tostado por el abrazo de cientos de soles mediterráneos y envuelto en una juventud madura y consciente de su carisma, y me pregunto si ha rebasado sus propios límites. Algo hipnótico y eléctrico en su mirada susurra que su potencial vibra con una fuerza insaciable. Pero únicamente este fiel aliado comprende su chispeante apetito por la gloria.
Doy un salto y desenfundo mi arma. No nos hacen falta palabras.
¿Lograremos suprimir la voz de nuestros sentimientos? Fuimos iguales y somos diferentes, y no confío por completo en que las reglas del juego cambien.
Una cosa importa hoy: escapar de los guantes del enemigo. De la persona que, en un vistazo racional, tenemos delante.


Ruby Atlas ©



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