Aliento de estrellas. [En honor a 3 Below]

Bajo un manto de oscuridad, el dolor inundaba las células del príncipe con un silencioso ardor. Las heridas habían cavado abismos de hielo en las profundidades de su ser, rasgando sus recuerdos y destruyendo su fuerza física y mental. En medio de una carrera contra las horas, el pasadizo de la realidad se había tornado una ventisca de nieblas y terrores intermitentes. Las balas, lejos de haber perforado solo sus músculos, también amenazaban con cortar la respiración de sus sueños. Sus labios, portales electrónicos al cosmos de su corazón, estaban pálidos y fríos, casi carentes de energía. Un invierno de sombras comenzaba a absorber su aura. No obstante, un latido interno, más allá de la ley lógica, palpitaba en él cual delicado aunque férreo hálito de vida. 
Krel se encontraba exánime, pero de su alma brotaban la fortaleza y la esperanza. Rodeado por una opacidad mortal, a través de sus venas reales refulgía una resistencia valerosa. Un resplandor luchaba por conquistar sus formas, la humana y la original. Porque ambas caras le pertenecían a su piel: ahora su identidad era doble, al igual que su hogar.
Su guardián dobló la rodilla y se agachó con un gesto de ceremonioso respeto que sobrepasaba las consideraciones políticas regidas por su galaxia. Sin la presencia de aquel próximo rey, el sentido de su camino perdería luminosidad. Las batallas libradas, desde la primera a la última, pertenecían al vínculo que le unía a él y a su hermana. Nada guardaba significado si ellos, juntos, después de haber renacido de su pasado, de demostrar ser merecedores del trono por encima de las guerras y las pérdidas, no continuaban liderando el sendero de la victoria y sus respectivos destinos. Él, Varvatos Vex, como protector y guía, debía proveer a esos jóvenes de una existencia larga y próspera. Su misión consistía en servirles, y su mayor ventura, en defenderles. Por ello, en caso de que el varón Tarron no despertara, su conciencia autoritaria quedaría manchada durante la vasta eternidad. Y aun así, el primer paso se basaba en confiar en su pupilo predilecto.
Aja se acercó y colocó una mano sobre la frente de su héroe, de su otra mitad, de su segundo yo. Las experiencias corrían por su memoria con una bandera de compasión y felicidad. Pese a que los enemigos les habían arrebatado su planeta, su posición y su familia, nunca les quitarían lo que habían ganado por las rutas del riesgo y de la soledad. Habían aprendido a usar el coraje para forjar su futuro, a barrer sus miedos y a integrar el alcance galáctico de la amistad.
En ese instante, bañados por la melancolía y acogidos por la incertidumbre, los pensamientos de la princesa fluyeron hacia sus dos compañeros y los tres se conectaron para construir un nexo de tiempos y espacios que no atendía a márgenes ni fronteras. Un carrusel de vivacidad, una cascada de ilusión descendió por este y fundió de nuevo las sendas del mentor y de los aprendices en la Tierra.
Krel abrió los ojos y su extraordinaria sonrisa reconfortó a sus cuidadores. La curiosidad nutría aquel rostro otra vez, y esa sed infinita y milagrosa ya no cesaría. 
El mundo los necesitaba.


Ruby Atlas ©



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