Meteora.

   El amanecer es una sombra en el horizonte violáceo. El grito de tu alma se ha convertido en un dulce silencio y solo en la infinitud de la galaxia aún late el eco de tu voz.
   El viento escucha tu ausencia con la cautela de un huérfano sin guía. Las nubes, añorando las melodías con las que iluminaste el tiempo, han enmudecido sus truenos, buscando el coraje entre efímeras ilusiones de vapor. Y el sol contempla el alba incendiado por tu despedida.
   De algún modo, sigues presente. Te hallas en la música del aire, en las partituras de tus vivencias, en el secreto de la noche.
   Y yo, te escucho.
   

   R. A. ©



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