Una ficción única. Su primera temporada se presenta como una invitación a la reflexión y a la concienciación de la
gravedad que ejercen las acciones de cada persona en el destino de todos. Es una
travesía impregnada de dureza, dulzura y certeza que muestra acertadamente la psicología de los protagonistas. Y también disfruta de unas
interpretaciones magníficas que perfilan con emoción y precisión a los
personajes, a quienes han sabido sumergir en aguas de densa confusión que los conducen al autodescubrimiento.
En esta obra hay realidad más allá de cada
secuencia. ¿Y por qué? La contestación es simple: en algún segundo de la vida todos somos Hannah. O Jessica. O Justin… Cualquiera de
ellos; incluso de sus padres o de sus conocidos. ¿La explicación? Nos une lo mismo que nos
separa. Nos atan y desatan las circunstancias y los sentimientos.
Nos persiguen las mismas pesadillas y nos dan alas los mismos sueños. Por ese
motivo, los sucesos nos afectan de manera diferente y, pese a ello,
construimos nuestro presente en base al pasado, y en él siempre se entierran
ángeles y demonios que se han desarrollado a lo largo del tiempo incubados por los temores, la
valentía, el desazón, la amistad o el amor.
Porque, antes de volar, hay que aprender a sostenerse en el
viento. Porque sanar significa aceptar(se). Porque todos importamos. Y porque solo mediante la comprensión y el cariño podremos convertir
este lugar en un sitio donde seamos
humanos polícromos sin pánico a la soledad y al peso del rechazo, capaces de apreciar y observar de manera transversal lo que somos.
R. A.
Comentarios
Publicar un comentario