Operación Cisne [Fanfic]

   El color amarillento de las farolas traspasaba los cristales de la cafetería. La negrura del cielo engullía la pequeña ciudad como las fauces de un lobo.
   —Deja de remover la infusión y tómatela.
   La voz de Lana pretendía ser una orden, aunque bajo las palabras aprecié la preocupación.
   Proseguí dándole vueltas a la cuchara.
   —Jenny, intenta desconectar. Mañana continuaremos buscando.
   La televisión de la esquina comenzó a producir interferencias y segundos después un coche aparcó en la puerta principal. Solo había una familia sentada detrás de nosotras, por lo que deduje que cualquier movimiento del exterior hacía que la conexión eléctrica fallara.
   Ladeé la cabeza hasta leer la hora en el canal, donde un joven vestido con un chubasquero luchaba contra la lluvia mientras informaba a la audiencia sobre la tormenta que se avecinaba en Manhattan.
   Acababan de cumplirse las doce.
   —Supongo que necesito descansar. Lo que pasa es que… No paro de pensar en el chico. Quizá le arrebaté la última oportunidad para conocer a Jamie.
   Mi amiga me agarró del antebrazo.
   —Vamos a encontrarle. Además, no podemos levantar a su padre de la tumba... En realidad, a ningún tipo del cementerio.
   —Si predijéramos el futuro, nos habríamos ahorrado esto.
   —No es momento de enfurecerse. Te prometo que si recuperamos a Colin, te aceptará.
   Durante unos minutos me quedé observando el suelo mojado. Hacía largo rato que había cesado de caer agua y, no obstante, la carretera aún empapaba las ruedas de los pocos automóviles que se dirigían a las afueras.
   —¿Alguna vez has sentido que todas las decisiones que has tomado no te han conducido a ningún lugar?
   Debí contemplar su rostro con verdadera seriedad, porque sus ojos adquirieron una dureza que no pecaba de ingenua.
   —Entiendo lo complicado que resulta avanzar a veces, en especial cuando crees que la vida escoge las situaciones por ti. Pero en esas etapas es imprescindible no abandonar la esperanza. Porque entonces no importa quién seas ni cuál sea el problema: estás perdida.
   Al oír eso había apretado el colgante de la media luna entre los dedos, clavándome las puntas en la palma.
   Cuán difícil resultaba mirarlo y no hacerse preguntas. No notar las pulsaciones acelerarse. No recordar que se trataba del único objeto que me unía al pequeño.
   —¿Y si ellos no querían que lo conociera? Imagina que se hubieran encargado de bloquear las rutas u ocultar las pistas.
   —No diré que esa pareja escondió al crío. Hasta que haya pruebas, mantendré la boca cerrada —compuso una sonrisa firme y gentil.
   —No habrán olvidado que yo fui la madre que lo abandonó.
   —Dar en adopción a una persona no significa abandonarla.
   Hinché las mejillas, agobiada.
   —Ponle la etiqueta que prefieras. De una manera u otra, noto el peso en los hombros. Parece que los dos hubieran adivinado que me arrepentiría de no haberle dado el hogar que se merecía.
   — Ten paciencia. Hallar el camino en la oscuridad, sin ver dónde pisas, puede ser un juego bastante macabro.
   —¿No lo es ya a la luz del día?
   El tintineo de unas campanitas llamó la atención de la dueña del establecimiento. La mujer, de edad avanzada y arrugas amables, salió de la cocina para recibir al cliente.
   Lana desvió la mirada hacia la barra y, por su expresión, deduje que un hombre de apariencia atractiva había entrado.
   Me reí para mis adentros.
   —Buenas noches, desearía un café bien caliente.
   El vello se me erizó.
   Mis oídos captaron aquel sonido y, antes de lograr evitarlo, la taza que estaba encima de la mesa se derramó sobre mi camisa cuando eché a correr en dirección al aparcamiento.
   —¡Jenny, espera!
  El frío que provenía del bosque puso rígidos mis músculos. Apenas me importó.
   Acto seguido, mi compañera posó la mano en la pared, jadeando. Ansiaba gritarme algo, mas el pánico que se reflejaba en mis pupilas la detuvo.
   —¿Crees en la resurrección? —la soledad de ese rincón de descanso que conducía a Maine hizo de mi voz un susurro espectral. El pulso se me había disparado al reconocer a mi antigua pareja, tras haber considerado cierta la información recibida por los agentes un año atrás y ahora desmentir los hechos—. El padre de Colin acaba de entrar ahí. Los oficiales de Oregon nos vendieron humo...
   Ella me devolvió una mueca tranquilizadora, redefiniendo las circunstancias. 
   —Ahora que Jamie sigue vivo, debemos reunirlo con su hijo. Y contigo.


R. A. ©



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