Voces de ultratumba.

   Marion se frotó las manos. Necesitaba entrar en calor.
   —Solo quiero asegurarme de que todo está bien.
   El señor le dedicó una mirada cargada de interrogantes, pero siguió pasando las páginas de su diario médico con cierta parsimonia. Aquella conversación no captaba su atención.
   -Señora Vernice, no tiene de qué preocuparse. La valoración psiquiátrica de su hijo es bastante favorable. Ya se lo comunicamos.
   La mujer cerró los ojos intentando concentrarse en lo que deseaba aclarar. Sus labios se apretaron mientras pensaba.
   -Verá, Doctor… Bill recibió una terapia durante cuatro meses, como mandaron las autoridades. Un tratamiento que ayudó a mejorar sus eventuales episodios de violencia.
   Él alzó las cejas, aunque un aire desinteresado no abandonó sus gestos. ¿Por qué aquella madre pretendía profundizar en un caso tan obvio?
   -Tras el incidente, el joven fue declarado inocente. La policía, los abogados y los psicólogos creyeron que le convenía recibir un apoyo clínico para aprender a conducir su comportamiento. Finalmente se le concedió. Después de dieciséis semanas, decidieron que se encontraba en buenas condiciones para volver a casa -el psiquiatra soltó un largo e irritado suspiro-. De hecho, señora Vernice, siempre lo estuvo.
   Las manos de Marion temblaron al escuchar la última frase.
   -No pongo en duda el trabajo de los profesionales. Siento el malentendido -se mordió la lengua, tratando de ahogar el llanto, y mantuvo una postura de ficticia calma-. Lo único que pretendo es averiguar si existe alguna posibilidad de que el equilibrio se rompa. Busco entender quién es mi pequeño...
   El hombre posó el dedo sobre un bolígrafo, presionándolo con un exceso de fuerza.
   -Perdón, explíquese.
   Ella se aclaró la garganta a la vez que se esforzaba por ignorar la ola de imágenes que corría delante de sus ojos. Un recorte de un periódico local que había conseguido esa mañana se había grabado en su memoria. 
   -¿Qué posibilidades hay de que el problema inicial no se haya extinguido? ¿Puede una conducta agresiva volver a repetirse con los años? ¿Ha pasado de verdad lo que cuentan los agentes?
   Esta vez el tipo se acercó a la mujer hasta casi percibir su aliento en las mejillas. Colocó la mano sobre su boca, indicándole que había hablado suficiente.
   -Algunas cosas deben seguir su curso. No tenga miedo. A veces hay que aceptar que no podemos controlar lo que nos rodea -agarró con dulzura el mentón de Marion, esbozando una sonrisa de tintes cínicos-. Permanezca tranquila. Billie no le haría daño a una mosca aunque así lo quisiera. Quizá fuera parte de un arrebatamiento emocional o una simple etapa de transición a la madurez reprimida. 
   Un incómodo silencio llenó la sala. Luego el sonido de unos tacones dirigiéndose hacia la puerta abrazó la incertidumbre de ambos.
   -Gracias por su tiempo, Doctor. Tendré en cuenta cada palabras que ha dicho -ella ensanchó los labios de un modo gentil, procurando que él no advirtiera la desesperanza que manejaba su voz-. Y recuerde usted también cuánto pesan los cabos sueltos... A lo mejor cruzarse de brazos sea peligroso. 
   Marion salió de la consulta y el varón se quedó mirando a través de la ventana. Su expresión rígida pretendía zafarse de la consternación acechante. 
   Contó hasta diez. No había escapatoria.
   Abrió un cajón del mueble y sacó una pila de artículos atados con una cinta. Los ejemplares estaban nuevos, ordenados y listos para ser repartidos. Les habían escrito la fecha de ese mismo mes.
   Encendió una cerilla y la echó en un cubo junto al montón de papeles. El olor del fuego empezó a ascender, acariciando el lugar maliciosamente. 
   Pese a la quema, en una página con pálidas letras leyó:

PELIGRO EN NOSSVILLE. 
UN ADOLESCENTE PIERDE LA VIDA EN EL LAGO LA NOCHE DEL LUNES. LAS AUTORIDADES SOSPECHAN QUE ALGUIEN CERCANO A LA VÍCTIMA SE HALLA IMPLICADO EN EL PRESUNTO ASESINATO.

   Inspiró, absorbiendo el humo.
   ¿A qué precio iba a vender la conciencia de los muertos?



R. A. ©



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