Toxinas.

La luz del neón me arrastró hacia el pasado. Conocía ese brillo estable. La frialdad de la sala se conservaba gracias a aquellas lámparas igual de inertes que los recuerdos que me asaltaban. De nuevo me aportaban un destello de vida mientras batallaba con un provenir fúnebre.
   Cerré los ojos. Aún podía describir los instrumentos médicos al extraer las sustancias tóxicas de mi sangre, al chupar la basura que hacía desaparecer a los que perdían la esperanza. 
   Con todas las consecuencias, la porquería que borraba a quienes decidían dejarse llevar por la marea y aguantar la respiración, no me era ajena... Yo había sido uno de esos tipos. Un cobarde. Alguien que escogió en múltiples ocasiones la vía fácil para que los problemas no le ahogaran. Pero siempre te hunden si no los resuelves: se convierten en un ancla maldita.
   El sonido de la máquina conectada al corazón me tranquilizó. Volver a oír los latidos se asemejaba a encontrar un oasis en un desierto. No pedía más.
   Tragué saliva. Mi garganta raspaba por culpa de los tubos que habían grabado horas antes imágenes de mis órganos infectados. Sin embargo, ya solo importaba el presente. 
   En ese instante, el exorcismo que limpiaba mis células y mi alma tenía todos los ases.


Ruby Atlas ©



   

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